Sobre el fracaso (y lo que vino después)
- Laura

- 28 jul
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 18 ago
Hace un tiempo compartí sobre la emoción de volver a ser la protagonista de mi historia y retomar el control de mi película.
Trabajar en esto fue la mejor decisión que tomé, un poquito a fuerzas, después de pasar por la más grande decepción que he enfrentado y de atravesar el dolor que trajo consigo.
Una vez que saqué la cabeza del agua, me enfoqué en replantear y priorizar mis metas personales y profesionales, y planear proyectos de todo tipo que de verdad me emocionaran porque lo que yo quería era sentirme viva otra vez. Incluso, reconecté con algunos de mis hobbies y descubrí otros nuevos.

Y aunque no todos mis emprendimientos han sido exitosos, sí lograron cambiar mi enfoque, de observadora de la desgracia a persona en acción.
Porque, en lugar de negar el cataclismo que trajo el fracaso, o de parcharlo con urgencia, me di el tiempo de atravesarlo y de llenar mi vida con lo más valioso que tengo: la llené de mí.
Voy avanzando por un camino que, obviamente, no es lineal. Tiene sus complejidades porque, en el proceso, sigo siendo mamá, trabajadora, ama de casa, amiga y demás, todo al mismo tiempo.
Pero trabajar en mí es, sin duda, el mejor y más valioso aprendizaje del fracaso porque me ha hecho conocerme profundamente, valorarme más, ser libre para actuar y recuperar mi chispa.
Y, además, me ha preparado para ser más resiliente, productiva, creativa y organizada, más allá de las circunstancias que lo rodearon.
Suena a cliché, pero ¿será que terminaré agradeciendo el fracaso? Quizá sí, honestamente.



Comentarios