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Yo nunca quise ser astronauta

  • Foto del escritor: Laura
    Laura
  • 12 abr 2011
  • 3 Min. de lectura

Siendo niños es normal que juguemos a ser bomberos o astronautas, enfermeras o artistas... Pero, ¿qué tal cuando ya grandecitos, seguimos imaginando posibilidades diferentes para nuestra vida profesional?


Con mucha, mucha risa, les comparto los lados B más extraños en los que me he visto, cuando me imagino en un mundo paralelo.


Agente SUPER Secreta


Debo confesar que ya no estaba tan chiquita cuando me sonó divertido ser agente secreta; seguro tenía más de 15 años. Todo empezó cuando vi un documental sobre la CIA, la Gestapo y el Mosad. Me pareció fascinante ser una agente encubierta, con muchas personalidades y pasaportes, viajando por el mundo en misiones, sin dejar rastro, sin una identidad real. Como una Mata Hari del año 2000, (sin la parte del striptease, obvio).


Sospecho que gran parte del encanto que yo veía era más bien producto de la vida estable que llevaba entonces. Estudiante ñoña de prepa, buena hija, amigos, ni una bronca... Obviamente ser espía sonaba a aventura.


Pero el brillo se acabó cuando supuse que tendría que incorporarme a las filas de la PGR (no pude pensar en otro lugar) e imaginé mi carrera de "investigadora" empezando como judicial, con mi placa, mi panza, mi lente obscuro del tianguis y mi unidad con tumba burros y vidrio polarizado.


De pronto eso de la espiada perdió todo el glamour... y jamás lo recuperó.


Cantante de Grupo Versátil


Sí, de las que cantan en bodas, XV años y graduaciones. De las que nos deleitan con "Amor de mis amores", "El Venao" y "La Boa".


Les confieso que este sueño no está olvidado. Siempre me ha gustado cantar y hasta eso que soy afinada. Obviamente me falta escuela, nunca he estudiado seriamente y. por el momento, sólo canto en mi coche, la regadera, y algunas veces (cuando se me van las cabras), en la oficina.


Pero una vez teniendo la voz educada y habiendo formado mi grupo pastelero, podría darle rienda suelta a la diversión. Y es que yo le veo muchas ventajas:

  • Cantas puro éxito de ayer y hoy.

  • No quiero ganar un Grammy o disco de platino, por lo que adiós a la presión de vender CDs y componer hitazos.

  • ¿Vestuario? Con ir manteniendo un amplio repertorio de vestidos, pantalones y blusas negras puedo trabajar todo el año, la década y el siglo.

  • Nada de pagar coreógrafos. ¡Prácticamente las canciones te llevan de la mano! ("Todos para abajo, todos para arriba". Listo, ahí está el baile montado).

  • En cuanto a los bailarines, para eso están los 250 invitados a la pachanga que, ya con algunas cucharadas encima, te siguen obedientemente.

Pero como nada es perfecto, hay dos contras que pesan mucho y que hacen que me la piense muy en serio:

  • Eso de trabajar en las noches los fines de semana, seguro interfiere con la vida personal y familiar. Por eso las cantantes siempre son la esposa del guitarrista o el baterista del grupo, y pues, este no sería mi caso.

  • La comida o cena es parte de las prestaciones del grupo. Y siendo sinceros, ¿cuántos fines de semana podría yo ingerir crema de chile poblano/elote/champiñones y pechuga de pollo bañada en algún gravy, acompañada de verduras o puré de papa?

Así las cosas, es probable que jamás deje el mundo corporativo para dedicarme al show, pero una cosa sí les digo: cuando menos una vez en la vida me gustaría estar arriba de un escenario y cantarle a la concurrencia "aaaay, no hay que lloraaar, que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando".


Palabras muy ciertas, además.


Patinadora Profesional


Quiero dar una mención honorífica a este punto. Siempre me ha gustado el patinaje sobre hielo, no me lo pierdo en las olimpiadas y si me encuentro algún torneo en la TV, le dejo a ese canal. Pero jamás, ni en mis sueños más guajiros, pensé dedicarme a esto.


Por eso es muy extraño que SIEMPRE que escucho el himno de la UEFA Champions League, me imagino patinando cual campeona mundial, dando saltos y piruetas. ¿Por qué?, ni idea. Pero es hasta emocionante.


Cabe mencionar que la última vez que patiné en hielo, mi desempeño se parecía más a Bambi aprendiendo a caminar, que a Kristi Yamaguchi ganando medalla olímpica.


Bueno, pues ese es mi recuento. La mente es muy extraña, como podrán ver. Ahora es su turno, y me daría mucho gusto que me compartieran sus profesiones alternas soñadas.

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