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Ataque de tos

  • Foto del escritor: Laura
    Laura
  • 15 mar 2011
  • 2 Min. de lectura

El sábado me acordé de mi bisabuela Nena. Me vino a la mente y ya me andaba atacando el ojo remi. Pero fue sólo un segundo porque inmediatamente recordé las cosas importantes que me quedan de ella y que son totalmente opuestas a la tristeza.

Su risa. La bisabuela siempre tuvo una risa profundamente ronca que acababa en ataque de tos. De verdad parecía que se iba a ahogar, pero se reía con ganas. ¿Qué mejor prueba del gozo que reír aun cuando la respiración se está cortando, a tal grado que acaba siendo necesario que alguien más te levante el brazo izquierdo y te de golpecitos en la espalda? ¡Así quiero reír siempre! Brincar la sensación de ahogo con más risa.


Siempre estaba arreglada. Juro que, aunque pasaba los 90 años, siempre estaba polveada, con labios pintados y su pelo cortito adornado con una diadema. No hay duda, si te ves bien te sientes mejor. Invertir tiempo en el arreglo personal es una muestra de autoestima y levanta el ánimo. Y no es tema de enchongarse todos los días. Es cuestión de verte en el espejo y decir “este momento del día lo voy a dedicar a verme bonita”.


Tenía fe y fortaleza. Mi bisabuela se casó a los 14 y enviudó a los 20 con 4 hijos chiquitos. Sufrió la muerte de un hijo pequeño y la de su primera hija siendo ya una mujer mayor. Sin embargo, jamás perdió la fortaleza ni la fe. Aceptó y continuó. Y no dejó de reír, trabajar o vivir. Se casó de nuevo cuando sus hijos hicieron sus vidas y estuvo cerca de la enorme familia que encabezó. Me atrevería a decir que vivió una vida larga y plena.


Se daba sus gustos. Si cierro mis ojos la puedo ver platicando, sonriente, con cigarro y tequila en mano. La bisabuela disfrutaba sus gustitos. Jamás se pasó de copas ni fumó como chacuaca, pero disfrutaba del cigarrito y su tequila. Si al final del día todos vamos para la tumba, que pesadilla ser un cadáver tan sano. Así como ella, sin abusar, ¡vengan los gustitos! ¡Una chela los domingos, una garnacha de vez en cuando!


Mi bisabuela dejó esta vida a los 99 años y su alma continuó su camino. Es doloroso porque la extrañamos, pero dejó una familia que hasta este momento llega a los tataranietos. Soy parte de ese enorme árbol del que fue raíz, y mi compromiso es tratar de vivir como ella. Porque si heredé sus genes longevos, me esperan muchos años por delante… Muchos tequilitas y risas tan fuertes que espero que acaben siempre en ataques de tos.

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